Todos hemos oído hablar alguna vez de nuestro sistema inmunológico, pero ¿qué es exactamente y por qué su cuidado y fortalecimiento es tan importante para nuestro organismo?
Podemos definir como sistema inmunológico, sistema inmunitario o sistema inmune como el conjunto de estructuras y procesos biológicos en el interior de un organismo que le permiten mantener la homeostasis o equilibrio interno frente a agresiones externas, ya sean de naturaleza biológica (virus o bacterias) o fisio-químicas (contaminantes o radiaciones), e internas (por ejemplo, células cancerosas).
Existen dos tipos de sistema inmunológico:
- El innato o natural: es la primera línea de defensa. Lo componen células y mecanismos que nos protegen de la infección por otros organismos, aunque no de forma no específica. Es decir, que atacan a los diferentes patógenos o agentes infecciosos de igual manera.
- El adquirido o adaptativo: entra en acción cuando falla la inmunidad innata. Elabora una respuesta específica para cada agente infeccioso y la guarda generando una memoria inmunitaria que proporciona una respuesta mejorada a ataques posteriores con ese mismo patógeno específico. Este proceso de inmunidad adquirida es la base de la vacunación.
En esta primera línea de defensa que comentábamos se encuentran las barreras físicas y químicas, como son la piel y las mucosas (nasal, lagrimal, intestinal, etc.), sus secreciones (pH ácido del estómago, lisozima, y otros componentes antibacterianos del sudor y otras secreciones) y la flora microbiana autóctona protectora. Si estas barreras son atravesadas por agentes extraños (bacterias, virus, parásitos, hongos, levaduras, pólenes, proteínas alimentarias, toxinas, células cancerígenas, etc.) entra en juego el sistema adaptativo propiciando esa respuesta más específica.
Para comprender mejor cómo funciona el sistema inmune os animamos a ver este vídeo donde lo explica:
Protección del sistema inmunológico
Como habéis podido ver, el sistema inmunitario o inmunológico desempeña un papel fundamental frente a las enfermedades, pero en ocasiones este sistema falla por diferentes tipos de causas que pueden ser agrupadas en tres categorías:
1.Inmunodeficiencia: El VIH (virus de inmunodeficiencia humana) destruye gradualmente el sistema inmunitario al atacar y destruir los linfocitos CD4, un tipo de glóbulos blancos que desempeñan una función importante en la protección del cuerpo contra la infección. El VIH emplea el mecanismo de los linfocitos CD4 para reproducirse y propagarse por todo el cuerpo.
2. Autoinmunidad: se produce cuando el sistema inmunitario ataca a las células y tejidos sanos de su cuerpo por error.
3. Hipersensibilidad: entre ellas están las reacciones alérgicas.
Entonces, aunque nuestro organismo cuenta con dos potentes sistemas inmunológicos (el innato y el adquirido) puede perder su fortaleza ante algunos ataques que hacen peligrar nuestra salud y nuestro bienestar por lo que debemos conocer cómo podemos fortalecerlos.
Uno de los principales medios para protegerlo es una alimentación equilibrada que contenga todos los nutrientes en su justa medida: grasas, hidratos de carbono, proteínas, vitaminas y minerales, además de otros nutrientes complementarios como las siguientes vitaminas presentes en:
A: derivados de la leche.
C: verduras, frutas y hortalizas.
E: los cereales.
El hierro: en algunas carnes, huevos y pescado.
Cinc y selenio: en casi todos los alimentos.
Las vitaminas y los minerales son sustancias imprescindibles para el buen funcionamiento del organismo porque intervienen en numerosas reacciones metabólicas. A pesar de que no aportan energía se necesitan en cantidades mínimas y es imprescindible que se tomen por medio de los alimentos.
También, y como ya es sabido, la práctica de ejercicio físico es un modo de fortalecer el sistema inmune. Se recomienda elegir un tipo de actividad deportiva en la que intervengan todos lo músculos y articulaciones del cuerpo como la natación o el ciclismo. Además, el ejercicio realizado deberá ser adaptado a nuestras características.
Hasta aquí es algo que posiblemente ya hayáis escuchado en con anterioridad, por eso queremos hablaros hoy de una forma no tan conocida de cómo podemos fortalecer vuestro sistema inmunitario y es con mindfulness, más concretamente con la meditación.
Regeneración y meditación
En su libro “por qué el mindfulness es mejor que el chocolate”, David Michie y otros investigadores llegaron a la conclusión de que la meditación ayuda a reducir la hipertensión y ralentiza el impacto de la arterioesclerosis.
Además, ayuda a reducir el estrés, que como ya explicamos en el post anterior, sitúa al organismo en una posición de alarma segregando cortisol y adrenalina lo que conlleva una disminución de las endorfinas. Las endorfinas se las conoce como las hormonas de la felicidad, que aparte de actuar como analgésico natural de nuestro cuerpo y aportarnos estados de ánimos más positivos, también hace de neurotransmisor (molécula que permite la transmisión de información desde una neurona hacia otra neurona, una célula muscular o una glándula) encargado de proteger nuestro sistema celular de organismos extraños.
Al mismo tiempo, la meditación también es una potente herramienta de regeneración de la melatonina, que un antioxidante cuya misión es impedir la destrucción de las células. Meditar propicia igualmente la producción de DHEA (dehidroepiandrosterona), un esteroide fundamental para el sistema inmune, que es un neurotransmisor que regula el estado de ánimo, el apetito, el sueño, la líbido y ayuda a contrarrestar los factores que producen el envejecimiento.
Por otra parte, la meditación puede paliar el estrés cognitivo y estimular los estados positivos de la mente al reducir los pensamientos rumiantes negativos y la actividad de la amígdala cerebral, una parte de nuestro cerebro emocional, que es la responsable de la activación del miedo en nuestro organismo (Elisabeht Blackburn, 2009).
En conclusión, por todo esto que os acabamos de contar y por los innumerables estudios científicos que demuestran los beneficios de la meditación (sea mindfulness o de otro tipo), os animamos a que empecéis cuanto antes en el arte de esta disciplina, que más que una técnica es una filosofía de vida. Notaréis que con 10 minutos al día bastarán para mejorar vuestra calidad de vida.
Cada día sin meditación es una oportunidad menos que nos damos para vivir mejor y durante más tiempo. Empieza hoy mismo.
Jessica Pedrero