Sobre puertas, ventanas, carreteras y hormigas

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Hoy voy a pedirte que empecemos con un ejercicio de visualización conjunto.

Cierra los ojos y piensa en alguna fiesta a la que hayas ido, pero de esas a las que vamos por compromiso, que muchas veces no nos apetece ir, pero vamos “porque va a estar todo el mundo”.

¿lo tienes?

¿Puedes escuchar el ruido que generan tantas personas juntas? ¿la música que no te deja escuchar la conversación de las personas? ¿Sientes el calor y el “aroma” de tanta gente apretada? ¿Sientes los empujones?

Ahora te voy a pedir que sientas ese agobio que te genera estar donde no quieres estar, pero donde estás porque están todos.

Concéntrate, ahora, en un momento determinado has decidido salir a tomar el aire, a despejarte un poco, y abres la puerta de a la calle atravesándola a continuación.

La puerta se cierra tras de ti y te sientes liberado/a. Respiras profundo y una vez mas te preguntas, ¿por qué habré venido? Desde aquí fuera la música y las voces apenas se oyen y te encuentras mucho mejor.

Bueno, hagamos de tripas corazón y volvamos a la “fiesta”. Intentas abrir la puerta, pero esta cerrada desde dentro. En un momento un sentimiento de ansiedad recorre todo tu cuerpo.

No puedes volver a entrar. Agitas y giras el pomo de la puerta, pero esta no se abre, golpeas la puerta y llamas insistentemente a la puerta, pero parece ser que nadie te oye.

Te has quedado fuera. En un ultimo intento desesperado llamas por teléfono a tus amigos/as que están dentro pero no te responden. Estás definitivamente fuera.

¿Cómo te sientes? Respira por un momento y concéntrate en ese sentimiento, en esa emoción.

 ¿Te encuentras ansioso/a por no poder volver a entrar o liberado/a porque ya te puedes ir a tu casa sin mas explicaciones?

Miras por una de las ventanas de la casa donde se celebra la fiesta y sigues viendo que está “a reventar”.

Las personas que están dentro muestran sentimientos encontrados, por un lado, no se atreven a irse, por otro lado, no aguantan más dentro. Pero continúan ahí. Inmóviles aguantando sólo porque los demás también lo hacen.

Ahora, que ya has visto lo que hay dentro a través de la ventana, en la tranquilidad de la calle, ¿cómo te sientes? ¿sigues queriendo entrar?

Este ejercicio nos pone en una de esas circunstancias en las que prima “lo que dicen los demás” sobre lo que realmente yo quiero hacer.

¿Cuántas veces en nuestra vida nos encontramos en circunstancias similares y no nos atrevemos a “irnos” por miedo a quedarnos solos? ¿Aislados?

Piensa, ¿es algo bueno sólo porque lo hagan los demás? ¿Cuánto me quiero para ponerme yo el primero de la lista? ¿Vivo todo el día complaciendo a otros? ¿Para cuando yo, para cuando mis sueños?

Si estas preguntas te revuelven, es normal. Es parte del proceso del despertar de la conciencia. Si no, si quieres seguir dormido/a, también está bien. Recuerda que no solo se puede soñar dormido, pero que los sueños no pagan.

¿Cuál es el final de la carretera? Algunos dirían que el destino de esta, la carretera Madrid-Irún acabaría en Irún, ¿correcto? ¿Pero es cierto? ¿o va mas allá? ¿Cuál es el final de tu camino? ¿Alcanzar tus metas? ¿Y qué hay detrás de estas?

Piensa en que la carretera no acaba nunca, cuando llegas a un destino otro se abre ante ti. Es un viaje sin fin, disfruta cada momento.

Las hormigas son capaces de entrar y de salir de cualquier sitio, son insistentes y perspicaces y trabajan muy bien en grupo.

Seguro que tienes varias anécdotas al respecto. Pero hay un experimento que puedes hacer incluso en casa. Atrapa una hormiga, con mucho cuidado para no dañarla. Ponla encima de un folio blanco.

La hormiga se moverá por el folio de manera aleatoria hasta que salga de el y continúe por la mesa y si no estas atento/a se te escapará.

Ahora pinta un círculo en el folio y pon a la hormiga dentro de el.  Observarás que la hormiga recorre continuamente el círculo sin salirse.

¿Qué ha pasado? ¿Qué ha puesto límite a su “libertad”?

Cuantas, y cuantas veces somos como esa hormiga, que no nos salimos de “los limites” que otros nos han impuesto.

Charly Relaño

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