“Solo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana, y de la primera no estoy seguro”, con esta magistral frase Albert Einstein ponía de manifiesto una de las esencias del ser humano. El egoísmo insolidario bajo la “mascara” del despiste o de la “falta de conocimiento”.
¿Cuántas veces hemos hecho algo que en el fondo sabíamos que no se podía hacer, pero nos hemos excusado con “ah, no lo sabia”? o “es que no lo he hecho nunca” o “siempre lo he hecho así y nunca nadie me ha dicho nada”.
Justificaciones vacías que no denotan otra cosa que una falta de educación, no cultural, si no de algo que todos deberíamos cultivar y fomentar, los valores.
Y es que a pesar de todo lo que está pasando parece que no hemos aprendido que lo que nosotros tratamos de justificar, la mayoría de las veces perjudica (y mucho) a otros.
Parece que si no lo vemos no ocurre, y estamos engañando a la persona a la que no deberíamos mentir nunca, que somos nosotros mismo.
Según se le atribuye al gran Groucho (aunque parece que no fue una frase original suya). “Tengo unos principios, y si no le gustan, tengo otros”, y es que parece que actuamos exactamente así.
Nos las damos de “ecologistas”, “solidarios”, “de mente abierta” pero en realidad no prestamos atención a la “huella” dejamos en el planeta y en sus habitantes, humanos o no.
Con el famoso “no pasa nada” o “para una vez que mato un perro…” lo tenemos solucionado, conciencia tranquila, hala a dormir a pierna suelta.
No vemos que en realidad “grano no hace granero, pero ayuda al compañero” y que, como dijo la madre Teresa “Si cada persona limpiara la puerta de su casa el mundo entero estaría limpio”.
No trato de enjuiciar o de “moralizar” a nadie. Cada uno tenemos nuestros derechos, pero antes nuestras responsabilidades. No podemos pretender disfrutar de unos sin antes cumplir con los otros.
¿Dónde empiezan tus derechos y dónde acaban los de los demás?
Una sociedad “yoista” donde el individualismo es cada vez más manifiesto y que, además, en un momento de falta de contacto social, de videoconferencias en pantalones cortos y caras tapadas, está pasando por un momento de desensibilización global.
Nos dejamos el grifo abierto, pero “no pasa nada que el agua la pago yo”, se nos cae la mascarilla al suelo y no la recogemos porque “para algo pagan al barrendero” (sin pensar en dónde puede acabar).
En la rotonda “tengo prioridad” o “tengo prisa” que “espere el otro” … NO hay otro.
Si algo tuviésemos que aprender en estos momentos inciertos es que somos uno, que de las situaciones difíciles sólo se sale acompañado, que la pena compartida es media pena y la alegría compartida doble alegría.
Pero para que esto ocurra, para que todo mejore, tenemos que hacer nuestra parte. Ya no sirve “escaquearse”. Ya no sirve mirar para otro lado. Hay que “cerrar el grifo” y “doblar el espinazo” para recoger lo que se te cae.
Hay quienes piensan que existe la reencarnación, otras vidas, y puede que tengan razón, pero por si acaso vive y disfruta esta desde el respeto y la armonía con tu ecosistema.
Porque la tierra estaba aquí antes que nosotros y seguirá estando después de nosotros.
La Naturaleza es sabia y puede que nos haya dado un toque de atención con todo lo que está pasando. ¿Vamos a aprender y a rectificar o vamos a por la “tarjeta roja”? Tu decides…
Muchas gracias y BUENA VIDA.
Charly Relaño