Perdonar es ganar salud

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“Hay cosas que no se pueden perdonar”. Esta frase tal vez os suene de algo, a mi parecer, está equivocada.

 Solemos pensar que lo que sucedió en el pasado no se puede cambiar y por lo tanto nos vemos obligados a vivir eternamente con ese sentimiento en nuestro interior, el rencor, pero esto no es cierto.

Tal vez no podamos cambiar el hecho en sí, pero si podemos elegir verlo de otra manera, por lo tanto, cambiar la percepción del mismo para que deje de afectarnos, que al fin y al cabo es lo que cuenta.

¿Qué es y cómo nos afecta el rencor?

 El rencor es un sentimiento hacia una persona que nos ha traicionado, nos ha humillado o nos ha rechazado o por lo menos así lo hemos percibido nosotros. Se produce cuando alimentamos rabia y odio, incluso necesidad de venganza hacia esa persona en cuestión y si ese sentimiento no se gestiona bien, se convierte en rencor.

Vivir con ese odio, con esa rabia, nos va a pasar factura tanto a nivel físico como psicológico porque cuando la energía que tenemos se gasta, o mejor dicho malgasta, en mantener vivo ese rencor, se nos va agotando también la energía para realizar nuestras tareas cotidianas, nos encontraremos débiles, flojos o incluso apáticos.

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Por otra parte, algo bastante común que suele pasarles a las personas que se han sentido agraviadas, es crearse una coraza con la intención de protegerse para no sentir dolor de nuevo, lo que repercute nocivamente en sus relaciones con los demás: están a la defensiva o no quieren involucrarse en relaciones estrechas por el miedo a sufrir, privándose de disfrutar al máximo las posibilidades que nos brinda la vida.

Además, por si esto fuera poco, el rencor, alimentado por odio y rabia como comentábamos antes, nos hace segregar catecolamina una hormona que segregamos cuando estamos enfadados o padecemos estrés.

El aumento de esta hormona en el torrente sanguíneo eleva la frecuencia cardiaca, también los niveles de glucosa y puede provocar alteraciones en el sistema nervioso pudiendo derivar en trastornos neuropsiquiátricos como la psicosis o párkinson.

La pregunta es: ¿cómo podemos liberarnos del rencor? Pues de una manera muy sencilla, pero a la vez muy difícil de poner en práctica. Se consigue con el perdón, sincero y auténtico.

El perdón se logra con la comprensión, poniéndose en el lugar de la persona que nos ha ofendido, entender sus sentimientos y como vive él o ella la situación. Si lo logramos, probablemente nos daremos cuenta de que esa persona simplemente no supo hacerlo mejor, que no actuó con maldad.

Podréis decir: es que sé que esa persona lo hizo adrede, era perfectamente consciente de que me iba a hacer daño, y si, puede darse el caso que esa persona haya actuado con maldad, pero eso, veremos luego como solucionarlo.

¿En qué consiste el perdón?

El perdón, consiste en liberamos de la rabia y el odio acumulados, que tenemos hacía la persona o personas que son o parecen ser las causantes de nuestro agravio. Consiste en querer nuestro bienestar dejando que cicatricen nuestras heridas, en desapegarse del pasado que no nos deja avanzar y que nos consume nuestra alegría y energía.

Para perdonar a alguien no hace falta tenerla delante, basta con querer hacerlo, es una decisión interna que solo depende de nosotros. Esto supone hacer un esfuerzo por comprender los motivos que llevaron a esa persona a actuar como lo hizo y aunque no lleguemos a comprenderlos o sepamos que lo hizo con mala intención, igualmente podemos perdonar, por nuestra salud y bienestar, porque ya no queremos seguir arrastrando ese peso en nuestra mochila emocional y por que mientras no perdonemos siempre estaremos “atados” a esa persona.

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El perdón corta ese lazo de unión y nos libera del pasado dándonos la oportunidad de seguir avanzando y evolucionar.

Si nos damos cuenta, el acto de perdonar a quien más beneficia es a nosotros mismos, y si no somos conscientes de esto, nos va a costar mucho trabajo hacerlo.

La razón de por qué nos cuesta tanto perdonar es porque consideramos que estamos dando un regalo a alguien que no se lo merece.

Solemos creer que perdonar a quien nos ha hecho algo “malo” es un acto de generosidad, y si, en realidad lo es, pero no hacía esa persona sino hacia nosotros mismos. El mayor impedimento es nuestro orgullo y nuestro ego que se alían para que sólo concedamos el perdón a quien se ha disculpado previamente mostrando su arrepentimiento y mientras no sea así no podemos perdonarla ya que no se lo merece, ¿no? Pues no sabéis el flaco favor que os estáis haciendo.

Os recuerdo que cuando perdonamos los mayores beneficiados , somos nosotros mismos. Debemos tener claro que perdonar no significa restarle importancia a lo ocurrido y olvidarlo.

Al perdonar, la persona que nos ofendió se sentirá más o menos aliviada, pero nosotros nos liberaremos de una nociva carga emocional que muchas veces nos impide avanzar en nuestras relaciones.

Sabiendo esto podemos motivarnos para perdonar por amor propio, porque queremos garantizar nuestro bienestar físico y mental y que la otra persona se apañe con lo que hizo, nosotros queremos pasar página y saborear el presente libre de emociones y sentimientos desagradables que nos roban energía vital.

Sabremos que hemos perdonado cuando podamos hablar y recordar el hecho sin que se nos remueva algo en el cuerpo.

Te propongo un ejercicio para el perdón

Previamente relájate con música o realizando varias respiraciones.

Imagina un paisaje muy agradable, sereno, de prados verdes. Tu caminas placenteramente por un sendero lleno de flores…

A lo lejos ves una figura que también pasea tranquilamente y que no acabas de reconocer…Poco a poco se va acercando…Su imagen empieza a parecerte familiar…Sigues caminando tranquilo, sereno, relajado hasta situarte frente a él o ella…Es aquella persona con la que arrastras ese rencor desde hace tiempo…

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Esa persona comienza a pedirte perdón por todas las equivocaciones que cometió, por las promesas incumplidas, por su ignorancia, por su falta de afecto adecuado hacia a ti, por todo lo incorrecto que hizo, por todo lo que no supo darte, por no darse cuenta de lo que necesitabas, por todo lo que debió hacer y no hizo…

Ahora tú también le pides perdón, por lo que debiste decirle y no le dijiste, por lo que debiste hacer y no hiciste, por no haberle ayudado, por no decirle lo que necesitabas, por todo lo que creas que debas pedirle perdón.

Cuando hayáis acabado con las disculpas, ambos os fundís en un profundo abrazo…los dos os sentís ahora satisfechos por la comprensión lograda y alegres por el reencuentro…

Él o ella sonriente y agradecido se va por donde vino y tú continúas tu paseo, sereno y tranquilo.

Si a la primera este ejercicio no funciona, sigue realizándolo hasta que por fin lo logres. Es muy importante tu actitud, querer perdonar y ya sabes el motivo principal de hacerlo: tu bienestar. Ten presente que perdonar es salud.

Jessica Pedrero

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