Y yo que me creía empoderada

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Hace años que se empezó a utilizar repetidamente el concepto “empoderamiento femenino”.

Al principio sonaba a derechos, con fuerza. Pero el término se ha ido desvirtuando hasta resultar ridículo. Lo van cambiando por otras palabras como “apoderar” o como “ponderar”.

¿Qué es lo que se está tratando de demostrar? A veces creo que el mundo está loco porque la información es imprecisa, excesiva, engañosa, y trata de despistar para evitar que nos organicemos en condiciones.

Desde pequeñas nos dicen que estudiemos para no depender de nadie, y al mismo tiempo nos dicen que tenemos que ser buenas amas de casa, buenas madres, buenas personas…. Y asumir que vivimos en una sociedad competitiva. Menuda trampa.

Las mujeres no tienen que demostrar nada. Desde los comienzos de los que tenemos referencia, la mujer daba a luz a sus hijos y se dedicaba a la siembra y al cuidado de los suyos, ya que los embarazos son de muchos meses. Mientras el hombre se iba a cazar y demostrar su fuerza para ser atractivo para la hembra.

El hombre en esa situación era quien tenía que hacer verdaderas exhibiciones para demostrar que era digno de la hembra de la tribu. Se han pasado la vida intentando competir con los otros machos para llegar a tener el ansiado premio. Los hombres matan y se matan más entre ellos. Arriesgan en los deportes, en los trabajos y en todo lo que se les plantee.

Así la competitividad del hombre ha trascendido durante siglos. Hasta el punto de obligar a las mujeres a ser competitivas también. Todo esto nos hace débiles y peores. Es innecesario y maligno.

Llevo muchos años trabajando con personas y para personas, con un perfil claramente social. Disfruto de ser útil a la gente desde que recuerdo. Pero al intentar ayudar y a la vez hacer negocio de esta ayuda (dándome a conocer al exterior) ha sido cuando me he dado cuenta que, los negocios de esta manera, se encuentran expuestos al abuso, a la competitividad y la desaparición.

Con la familia puedes ser generosa. Con un grupo de amigos o vecinos también. Pero en el momento que lo muestras a otras personas, de negocios, se acaba la energía.

Te la roban sin consentimiento. Pero una vez que ya no la tengas no podrás dar más. Todos perdemos del robo de energía de los generosos. Querría que este mundo competitivo y maligno fuera capaz de darse cuenta de esto. Muerta la gallina de los huevos de oro, se terminó la abundancia.

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Los hombres deberían dejar de sentirse en competición constante, y empezar a ser tan colaboradores como nos dijeron a las niñas que deberíamos ser. Nosotras no somos el enemigo. Si a una mujer la apoyas en lugar de retarla, se hace más segura y te lleva al cielo.

Pero si a una mujer la humillas (más allá de lo que ya estaba por su género) solo tiene dos salidas: obedecer o revelarse.

 ¿Cuál piensas que es la mejor de las soluciones? ¿Debes seguir haciendo eso? ¿Para qué te sirve?

Si obedece, se perpetúa la sumisión. Si se revela se la tilda de borde o machota, o se achaca la reacción a los cambios hormonales.

La sumisión, puede acabar con la persona sometida. Depresión, suicidio, adicciones, baja fuerza para emprender cualquier acción. No sales ganando como hombre si elegiste esta. Poco listo.

Revelarse provoca aún más rechazo, está mal visto, por algunos, que una mujer suba la voz o diga tacos, que en un hombre estarían más que justificados.

Los machos no creen que hay que mostrar la debilidad, pero es que tampoco son capaces de gestionar las emociones. Falta inteligencia emocional por la cultura recibida. Como pueden llorar los hombres si les han dicho que eso no es de hombres.

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Tengo sobrados motivos para escribir esto. Quienes saben de qué hablo, seguirán el hilo perfectamente. Quienes no, igualmente podrán analizar cuanto de cierto hay en lo expuesto anteriormente.

En ambos casos, pediría justicia, pediría equilibrio, pediría toma de conciencia. Nos iría a todos mejor, si en lugar de intentar aprovecharnos del compañero, vecino, amigo, socio (sea del sexo que sea) aportamos de verdad para sumar. No solo como un eslogan, sino de verdad.

Eso sería empoderarse, pero como grupo, como especie, como humanidad. Bajemos las hachas.

María Álvaro

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