Salud y emociones

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Todos hemos oído hablar de la relación entre emociones y salud o de que nuestro estado de ánimo influye en la recuperación de enfermedades o por el contrario nos hace empeorar. Pero, ¿esto es realmente cierto? ¿Se ha demostrado de alguna manera creíble o son suposiciones? Pues bien, esto es un hecho,  y esta relación entre emociones y salud, está científicamente demostrada. A continuación, os contaremos  algunos de los estudios que muestran la evidencia.

El objetivo de este artículo no es sólo mostraros dicha influencia y las repercusiones que conlleva, sino  también, animaros a, en caso de padecer alguna enfermedad, no solo intentéis paliar los síntomas (con medicación, que por supuesto en ocasiones es necesaria) sino que vayáis un paso más allá, y reflexionéis en si está ocurriendo algo en vuestra vida que os está generando emociones perturbadoras. Estas emociones si se gestionan debidamente, ayudarán en vuestra recuperación.

El equilibrio perfecto

Mirad, la salud humana es algo complejo, en ella influyen factores biopsicosociales, es decir, nuestra salud depende del equilibro entre cuerpo, mente y  entorno. El ambiente en que vivimos (tanto físico como social) y los tipos de pensamientos que tengamos influyen en la calidad de nuestra salud.

Centrándonos en la mente y cuerpo, de lo anterior se desprende que la falta de equilibrio en uno de ellos, afecta al buen funcionamiento del otro. De ahí nace la medicina psicosomática, que estudia las interacciones entre los procesos psicológicos (mente) y la ocurrencia de ciertas enfermedades (cuerpo). Un exceso de preocupación por un hecho determinado nos puede generar migrañas o contracturas por la tensión acumulada.

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Como funciona

Por si queréis echar un vistazo, existen numerosos estudios como los del psicólogo Robert Ader quien se dedicó a investigar cómo influyen ciertos procesos psicológicos y las emociones en la salud (USA, 1974). Ader fundó la Psiconeuroinmunología (PNI). También del psicólogo David Felten, quien detectó que las emociones afectan al sistema nervioso autónomo (SNA), que es el que regula diversas funciones del organismo.

Por otra parte, Daniel Goleman (1996) demostró que las hormonas que se liberan con el estrés, las catecolaminas (adrenalina y noradrenalina) y el cortisol, entre otras, obstaculizan la función de las células inmunológicas (linfocitos y macrófagos)  para conservar energía y poderla utilizar en momentos en los que peligra nuestra supervivencia. Es decir, el cerebro prioriza, resta energía utilizada en funciones no esenciales del organismo para dedicarlas a ponernos a salvo.

Cuando estamos estresados, nuestra mente interpreta que estamos en peligro, piensa que el entorno es una amenaza para nosotros, por lo que detiene las funciones menos esenciales del organismo, como por ejemplo las del sistema digestivo: falta apetito, tenemos digestiones pesadas o estreñimiento o del reproductivo: decae la lívido. Si supuestamente estamos en peligro, que no tiene por qué ser así, es una interpretación que hacemos de nuestras circunstancias, no es momento de pararse a comer ni de pensar en la procreación.

Las emociones y estados de ánimo influyen en la recuperación de la enfermedad. Cuando estamos enfermos, nos podemos sentir emocionalmente frágiles e incluso vulnerables.  La enfermedad nos hace creer que nuestro mundo ya no es seguro, aumentando la sensación de peligro por lo que se activa el sistema del miedo en el cerebro, aumenta nuestro estrés y segregamos cortisol, bloqueando las defensas (lo que comentábamos en los párrafos anteriores). Es como un círculo vicioso: vivir la enfermedad con miedo hace que empeoremos y al empeorar aumenta nuestro miedo. Por suerte, también se ha descubierto que las emociones positivas son beneficiosas a la hora de la recuperación de la enfermedad.

El psiquiatra William F. Fry (1964) en la Universidad de Stanford, investigó las consecuencias de la risa en los procesos corporales, a esta ciencia se la conoce como Gelotología, término que Fry acuño.

Efectos de la risa

Pach Adams, médico, promovió medios alternativos de sanación para enfermos. Fue el inventor de la Risoterapia con fines médicos y terapéuticos, además de ser responsable de la inclusión de la misma en la medicina moderna.

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Otro investigador y periodista, fue Norman Cousin (1974, EEUU) quien experimentó en sí mismo los beneficios de la risa para superar los dolores de artritis reumatoide. Comprobó que, si antes de acostarse veía una película que durante 2 horas le hacía reír, podía llegar a dormir dos horas sin dolor. La risa se convirtió en su mejor calmante y relajante. La risa mantiene el bienestar físico y mental.

La risa favorece la producción y liberación de sustancias, como por ejemplo:

  • La Endorfina: nos genera bienestar, felicidad y además tiene efectos calmantes, porque bloquean las fibras que transmiten el dolor. Es nuestro analgésico natural.
  • La Adrenalina: nos hace estar más despiertos.
  • La Dopamina: nos aumenta el estado de ánimo, somos más positivos.

A parte de esto, evitamos segregar la hormona del estrés, el cortisol.

Los buenos pensamientos

El optimismo y la esperanza también resultan beneficiosos. Las personas que tienen esperanza son más capaces de resistir en momentos o épocas difíciles (incluidas las médicas). Esta capacidad de resistencia y recuperación se conoce como resiliencia.

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En cuanto al optimismo hay diversas explicaciones. Mientras que el pesimismo conduce a la depresión, ansiedad o estrés, que a su vez interfiere en el sistema inmunológico, con la consiguiente vulnerabilidad a las enfermedades; el optimismo haría lo contrario. Otra posible explicación indica que los pesimistas, al ver la vida y a ellos mismos de manera negativa, descuidan su propia persona, fuman y beben más y hacen menos ejercicio que los optimistas, es decir, son en general más descuidados con su salud. Podría resultar que la fisiología del optimismo es de cierta utilidad biológica para la lucha del organismo contra la enfermedad (Goleman, 1996).

Te animamos a que investigues por tu cuenta, que leas, que te informes que compruebes por ti mismo/a los beneficios que tiene la risa y el buen humor en tu salud. Pensad en aquellas veces que os duele la cabeza, os aparece una contractura muscular o úlceras estomacales, incluso si tenéis un resfriado: ¿qué ocurrió ese día, esa semana, ese mes? Si hacéis consciente vuestras circunstancias, cómo os están influyendo, podréis decidir si cambiarlas o potenciarlas.

Recuerda “Mens sana in corpore sano” (Décimo Junio Juvenal).

Jessica Pedrero Gómez. Socióloga, especializada en Psicología social.

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